jueves, abril 28, 2011

A orillas del río Piedra me senté y lloré

De Paulo Coelho
Reseña

Por Israel López Reyes


Este es uno de esos libros que nunca hubiera tenido interés de leer, quizá hace algunos años sí, pero ahora ya no. Llegó a mis manos como un presente de cumpleaños hace algunos años y no pude leerlo por tener otros pendientes en mi agenda de lectura (incluyendo otro libro de cumpleaños). En este periodo decidí leerlo y a continuación anotaré algunas de las impresiones que me dejó.

Se trata de una lectura que permite avanzar con velocidad, tiene un lenguaje sencillo y una trama veloz que consigue mantener el interés, en cada capítulo suceden cosas interesantes que van transformando el curso de la historia. En la contraportada del libro, de la editorial Grijalbo, se dice, a manera de síntesis del contenido: "El encuentro del lado femenino de Dios es el telón de fondo de una historia de amor contada por Pilar, una mujer con miedo a vivir sus sentimientos." No estoy del todo de acuerdo con esa síntesis. Es una historia de amor, del amor entre una mujer y un hombre, pero también es una historia sobre la divinidad; asimismo, es una historia sobre la toma de decisiones en la adultez temprana, por lo que considero que este texto será mejor aprovechado por quienes ya hayamos vivido al menos treinta años en este mundo, pues quienes estemos en esa circunstancia ya nos habremos planteado e incluso resuelto muchas de las interrogantes sobre la vida que surgen en la historia. Finalmente, no es la historia de una mujer con miedo a vivir sus sentimientos, por el contrario, es una historia de una mujer que acepta riesgos, pues de no ser así la historia se hubiera acabado en el primer capítulo con una frase como: "Pilar tuvo miedo, así que dio media vuelta y se fue a seguir con su vida". La protagonista toma una serie de decisiones que van en contra de lo que tiene planeado para un fin de semana (aún en contra del sentido común) y a partir de esa apertura para distorsionar su agenda, es que surge toda la historia, en la que finalmente no sólo se distorsiona su agenda, sino su percepción sobre sí misma y sus planes de vida. En la primera mitad del libro se avanza rápido, pues se comienza a develar una serie de misterios o elementos desconocidos, pero después los sucesos se van volviendo más lentos por la obstinación del autor a insertar la descripción de episodios de éxtasis divino, incluso en momentos en los que la trama comienza a volverse ágil, los sucesos se interrumpen por una de estas situaciones que resultan tediosas y por su recurrencia hasta engorrosas. Pero finalmente el autor retoma el hilo y la historia tiene un desenlace.
Otra cosa que quisiera comentar es el hecho de que el autor en ocasiones desarrolla una tesis en boca de uno de sus personajes o alguna historia que uno de éstos cuenta, pero pareciera que tiene demasiada prisa o muy poco espacio para desarrollar la idea (lo cual descarto por razones que luego expondré), pues se salta desde las premisas hasta una conclusión que parece demasiado artificial, es decir, aún actuando de buena fe, es muy difícil seguir al autor en sus deducciones, pues faltan una serie de argumentos intermedios que lleven a una construcción que parezca medianamente lógica. Para ser más precisos, en una leyenda que se cuenta, un personaje comienza argumentando en favor de ser uno mismo y sus interlocutores le contraargumentan que la infelicidad existe, a lo que el primero responde adecuadamente, pero lo que me es muy difícil comprender es cómo puede surgir ese contraargumento. A eso me refiero con que faltan premisas o elementos en las discusiones, pues eso permitiría armar construcciones lógicas que inicien donde comienzan y terminen donde finalizan sin que parezca que el autor quiso introducir a fuerza dos ideas donde solamente cabía una. Para estas omisiones, pues ocurren en más de una ocasión, la falta de espacio no es una excusa, pues este es un libro donde el derroche de papel con páginas casi vacías y otras completamente en blanco me sorprendió dados los costos de imprimir un libro.
Otra situación que quisiera resaltar es la insistencia del autor en ensalzar a la virgen María al grado de Diosa e incluso de desbancar a Dios padre al interior de la fe católica. Esto no me resulta incómodo como católico, pues se trata de una tesis muy personal que merece respeto, pero lo que no me resulta lógico es que eleva a María por encima de las demás mujeres de un modo drástico, corriendo el riesgo de incurrir en los vicios que se cometen cuando se dice que los hombres son indignos al lado de Jesús; así, pódría llegarse a la conclusión de que las mujeres son indignas al lado de María. Al interior del texto uno de los personajes principales dice que en los rostros de los más necesitados encontró el rostro de Jesús, pero en el caso de María no dice algo semejante, en lo personal me hubiera gustado leer también que en todas las madres que aman a sus hijos se repite la historia de la virgen María.

En suma, el leer a Paulo Coelho ha sido una experiencia interesante. Yo le rescato el que plantee algunos problemas fundamentales sobre la definición de uno mismo como persona y sobre la concepción del papel de lo divino en la vida cotidiana. No concuerdo con muchas de sus conclusiones, pero valoro la oportunidad que el libro ofrece para reflexionar.

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