domingo, septiembre 10, 2017

La ley de Herodes

De Jorge Ibargüengoitia
Reseña



En esta ocasión, dejaré la escritura del subtítulo completo para el final.
Debo comenzar reconociendo que desde antes de iniciar la lectura del libro al que ahora dedico esta reseña ya tenía un prejuicio, el de que me encontraba frente al producto de un referente mayúsculo dentro de las letras mexicanas. Por esta razón ya tenía más o menos claro que el título de la reseña sería algo así como: "Ibargüengoitia, el gran... (algo)". No sabía con qué palabra iba a terminar esta frase, pero esperaba encontrarla a medida que avanzara en la lectura. Yo creía que quizás en las primeras narraciones me surgirían ideas cambiantes acerca del término que mejor quedaría en el epígrafe, pero que al haber concluido la lectura me decidiría por uno que fuera el de mayor correspondencia con el trabajo del autor. Para mi sorpresa, no fue así. A lo largo de la lectura, me encontraba con situaciones chuscas y entretenidas que, afortunadamente, no me dejaban margen para lanzar lo que ahora identifico como etiquetas cuyo uso me convertiría en un redactor de reseñas simplistas, con un ímpetu clasificador, con miras a originar en los lectores una sensación de certeza sobre el autor basada en un truco bastante barato propio de un crítico literario pedante. A cambio, la lectura de las once narraciones que componen "La ley de Herodes" me regaló la oportunidad de volverme cómplice de numerosas sinvergüenzadas que el autor revela como quien platica sus vivencias sin tapujos a un amigo a quien le tiene mucha confianza adquirida por una larga jornada compartida carente de la necesidad de sostener falsas identidades.
No quisiera reproducir una práctica que en lo personal me es bastante desagradable consistente en hacer una pesada exposición que postergue en demasía el encuentro del lector con el texto al que se supone se está promoviendo. Simplemente quisiera terminar mi recomendando ampliamente el texto reseñado para quien, ya sea en un ambiente nocturno y solitario o de tarde de verano o de mañana monótona, tenga a bien encontrarse con un hombre a quien la vida le ha agendado el encuentro con personajes muy parecidos a los que en alguna ocasión nos han hecho auténticas chingaderas y a quienes no tendríamos la menor duda en mandar al reverendo carajo.
Sin más, no les entretengo del siempre agradable acompañamiento de: "Ibargüengoitia, el gran cabrón".

Referencia bibliográfica:
IBARGÜENGOITIA, Jorge. (2006). La ley de Herodes. México, D. F.: Booket.

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